MARISAL, el nacimiento de la sirena
Mari Sal nació a
finales del mes de enero, cuando las estrellas se reúnen para celebrar y
reverenciar las fiestas de invierno, y en sus danzas brindan al ritmo del
viento, formando la constelación de Acuario.
Era una jornada en la
que el sol se sentía plenamente feliz al lucir con toda su intensidad, los rayos
longevos de amarillo vital, que se desparramaban brillabando por la bahía afanada del pueblo jovil y a su vez silencioso, llegaban hasta el fondo marino, justo junto al faro, donde
habitaban los padres de la sirenita.
Cuando la luz pincelaba el alba, Mari Sal inició a cantar una melodía de pliegues de olas y mareas,
mientras su pequeña cola golpeaba rítmicamente el vientre, y así fue, como su madre sintió
que, en unas horas, vería la preciosa cara de su pequeña.
Unido a su esposa, con
las manos entrelazadas y mirándole fijamente con emocionada satisfacción, se
encontraba el padre de Mari Sal. Su instinto les aviso de que durante las siguientes horas, vivirían por
primera vez el milagro de la vida y les abrigo una dicha indescriptible.
Tras una pausa que saboreó como un
elixir de silencio, el canto rítmico de Mari Sal, fue progresivamente
enraizando en la sangre y en la vida que le ofrecía su madre, dándole fuerza
y a la vez la calma para abandonar el dulce calor que durante meses la unió a las entrañas de su progenitora y emprender el viaje a la luz, húmeda y ondeante.
Conforme transcurrían las horas, el canto de Mari Sal se convirtió en una ópera
con tal fuerza, energía y belleza, que las vibraciones se convirtieron en ondas sublimes, que, al transmitirse, abrían el camino que se dejaba modelar con el afán del nacimiento.Cuando su madre reposó la cabeza sobre en el hombro de su padre, entre lágrimas bañadas de esperanza
que reflejaban la alegría, y el dolor olvidado por amor, permitió el encuentro
con Mari Sal, la cual estalló en un
llanto agudo, con voz de soprano que le definiría y acompañaría durante
toda su vida.
La cabecita cónica
modelada por la presión del útero materno fue la primera visión de sus padres,
cuando ésta se giró lentamente distinguieron su carita con la nariz y sus orejitas
arrugadas. La impaciencia por descubrir sus ojitos desafío la emoción al ver
sus párpados hinchados que los ocultaban.
En estos momentos del primer aliento y respiro del recien nacido, cuando, la piel se funde con la piel, y los sueños con las vivencias, comenzamos a conocer y establecer lazos de unión familiar, y a descifrar las señales inherentes del nuevo ser. Estos instantes se convertirán y cristalizarán en un vertiginoso desafío, que pondrán un sello a estos inolvidables acontecimientos.
Los padres en su primer encuentro lleno de sobresaltos con la sirenita, tras colocarla en el seno protector de la madre se fundieron en un abrazo. Su padre, con una delicada caricia apartó de sus
redondas mejillas, la grasa blanquecina que le había protegido, y quedó al
descubierto su frente amplia y su cuerpo tibio. Al Acurrucarse entre las manos de
sus padres Mari Sal, con los puños, los brazos y las piernas recogidas en
postura fetal, sintio un torbellino de sentimientos tan profundos como conocidos. La emocion los acarició y los arrolló a los tres, envolviéndoles en una burbuja de felicidad, que
explotó en un llanto de brío y de tranquilidad.
Linda, la madre mientras se reponía, acercó su pecho a la boca de la pequeña, que, abandonándose a su instinto, empezar a succionar. El calor y el alimento de la leche, abrigó su cuerpecito y gradualmente fue cambiando de azul amoratado a sonrosado. Mari Sal al sentirse segura se durmió, soñando con las estrellitas de mar.
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