UNA HORA antes
Abrió la puerta de
entre bastidores, la sala estaba en un silencio mudo que le zumbaba en los
oídos. La niña disfrazada de mariposa subió la escalera del escenario, la vena
de la sien comenzó a temblar al ritmo de sus pasos.
No se hizo ninguna
pregunta porque ya se conocía la respuesta. Nadie, ni siquiera sus compañeras
que tanto le habían adulado durante los ensayos, tenían interés por soñar con el vestido de mariposa que le había hecho su madre, con retales que habían
encontrado durmiendo en los cajones del desorden olvidado.
Dos lágrimas indomables
se asomaron por sus mejillas decoradas con purpurina de Campanilla, su hada
preferida. Voy a ser fuerte y afrontar el vacío-pensó-, mientras un laberinto de
sombras de pesadillas le desgarraban el corazón jugueteando y burlándose de
ella, en su debilitada imaginación, alterada por los sollozos que no lograba
reprimir. Lloró sin consuelo, las lágrimas, como gotas de agua ácida se apropiaron
de su disfraz,
Tenía la mano apretada
con ira para romper y hacer trizas la falda del disfraz, cuando una voz
alarmada, gritando, le decía, hemos llegado una hora antes, cálmate, que tus
ojos enrojecidos te hacen más bella.
La niña volando como una mariposilla, buscó refugio en el regazo de su madre que, como pétalos perfumados de flor, envolvió en un abrazo a su hija y, al sentir “hoy te he salvado de la tragedia de tu función, mañana continuaremos aprendiendo a interpretar”, María salió corriendo y, en medio del escenario, gritó: “Sabía que no era el final".
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